jueves, 5 de julio de 2012


Algo sobre estética I
La herencia moderna: La dictadura del gusto

Acabo de leer la nota periodística de El Comercio A2 del día viernes 07 de octubre de 2011. Ante todo pido disculpas al público lector si este escrito es fuera de lo normal en las publicaciones. Pero también podemos ampliar nuestro bagaje intelectual y cultural. La nota referida fue presentada por el Sr. Eduardo Lores (periodista). Previamente advierto dos cuestiones: primero, debo agradecer que los temas filosóficos sean tratados en medios divulgativos; me parece una cuestión de honradez intelectual y de reconocimiento a la herencia cultural. Segundo, resulta que cuando hablamos de temas que no son corrientes como son aquellas que pertenecen a la filosofía y teología hay que considerarlas como saberes científicas. Ellas son ciencias, tienen método y objeto claro. Además son universales, rigurosas y ciertas.


En dicha nota se presenta el tema de la belleza. A mi parecer la nota encierra la estética según la concepción moderna, es decir, en cuanto sublime o aquello en la que se une el gusto y la percepción. Nosotros fácilmente decimos, entonces, “me gusta”. Esto quiere decir que el factor subjetivo (el yo, para mí) es predominante. Así ocurre en el pensamiento occidental posterior a Descartes. De este modo la belleza es asumida por la utilidad que ella presenta y en el peor de los casos a la técnica, cuyo objetivo es simplemente la expresión artística. Pero eso es cuestión de filosofía moderna. Con esta perspectiva no se puede ver la realidad, en todo caso léase Heidegger, por mencionar uno.
Además conviene tener en cuenta que la estética filosófica no se identifica con el estudio del arte. Eso sería un reduccionismo. No, la estética filosófica es el estudio del ente en cuanto es bello. Es filosofía. Al menos esta es la línea aristotélica tomista. En este sentido, los filósofos medievales fueron quienes mejor especularon sobre la estética filosófica. La especulación giró en torno a los trascendentales (aspectos comunes de la realidad). Confróntese Felipe el canciller con su obra Summa de bono; Roberto Grosseteste, In Hexaemeron; Alejandro Magno, Summa de bono; Santo Tomás de Aquino en sus diversas obras, pero especialmente: De veritate, 1, a1., Summa Theologiae q. 39, a.8, In De divinis nominibus entre otras obras del Aquinate y otros autores medievales.
En conclusión, la estética medieval no es reducible a la utilidad o simplemente al servicio de. El primer punto de reflexión medieval es la ontología, es decir, la belleza como una propiedad trascendental del ser. La orientación primera es filosófica. Muy unida a ella está la consideración artística. Pero para hacer la obra de arte confluyen la inteligencia, la sensibilidad y los sentimientos. Para ello presento el texto del doctor angélico en el que se expresa esta conjunción: “Pues para la belleza se requiere lo siguiente: primero, integridad o perfección, pues lo inacabado, por ser inacabado es feo. También se requiere la debida proporción o armonía. Por último, se precisa la claridad, de ahí que lo que tiene nitidez de color sea llamado bello”.  Las consecuencias de un pensar realístico o de otro tipo tiene repercusiones en la vida ordinaria, en la vida de cada día. Cuando elegimos amar, vivir la vida y sobre todo hacer de nuestra vida una obra artística optamos según lo que pensamos. En el siguiente escrito continuaremos sobre este último punto.
Atte,
P. Arnaldo Alvarado Saldaña.

martes, 19 de junio de 2012


El valor de la cruz. Rechazo o aceptación


En el Perú el 03 de mayo celebramos la fiesta de la cruz. En la Iglesia universal esta celebración tiene lugar el 14 de septiembre. Los peruanos tenemos aprecio a la santísima cruz. El papa Juan Pablo II hizo referencia a este hecho cuando visitó el Perú. Pues el vicario de Cristo vio en las cumbres de las montañas, en la cima de los cerros y edificios la cruz. En casi todos los lugares hay una cruz y está muy bien. Todos apreciamos la cruz porque es el árbol de la vida.
Todos los cristianos amamos la cruz porque allí Cristo murió por nosotros, por ti y por mí; nos compró a precio de su sangre. Él nos reconcilió con Dios. Tanto es el amor de Dios que llegó hasta el extremo de entregar su vida en la cruz. Cristo cumple su promesa de “no hay mayor amor, sino el amigo que entrega su vida por el amigo”. Él dio su vida en la cruz para salvarnos. Jesús nos ha reconciliado en la cruz.
Ahora me referiré a la cruz de cada día. Hay hechos en la vida que es difícil de entender. Se trata del misterio del dolor, de la enfermedad, del mal, del sufrimiento del inocente. Todo esto nos cuestionan muchos aspectos. Con lo cual hace falta resolver bien cuando se presente. Es decir, se trata de encontrar sentido a todo ello. Decía el fundador de la logoterapia Victor Frankl: “hay mucha gente que tiene mucho como vivir, pero no siempre tiene un porqué vivir”. Es importante encontrar un sentido al misterio de mal. Pero cuando esto es ausente se repite lo que ya en los tiempos antiguos se consideró como “escándalo para los judíos y necedad para los paganos”. También hoy parece renovarse estas mismas actitudes.
Mucha gente tiene miedo al sacrificio, al esfuerzo, a dar un poco más de sí, a pensar en los otros. Esto ocurre porque falta un porqué y para qué vivir. Pero ¿cómo se presenta la cruz? La cruz más pesada es aquella de la injusticia, de la incomprensión, de la ingratitud, de la traición, de la indiferencia. Cuando experimentamos estos puntos sentimos deseos de venganza, de revancha, de odio. Pero nunca podemos devolver mal por mal. La violencia siempre engendra violencia. Si lo llevamos bien entonces hemos encontrado un porqué vivir.
Los cristianos disfrutamos de la vida y estamos felices. Pero nuestra alegría tiene su raíz en forma de cruz. No nos quedamos en la alegría del animal sano que cuando tiene todo está contento. La alegría cristiana es consecuencia de la generosidad. Tiene como fuente la cruz. Fruto de la abnegación hasta el extremo.


No buscamos la cruz, pero cuando se presenta la asumimos con garbo. Cuando nos toque llevar el peso enorme de la cruz no pidamos cuenta a Dios ni a nadie con el ¿por qué?. La pregunta que nos repetimos es: ¿por qué a mí? ¿por qué yo? Nuestra mente es limitada para entender el misterio del mal. Tenemos que saber que Dios incluso del mal saca bien.
Cuentan de santa Teresa cuando era apenas una niña quiso viajar a tierras extrañas para padecer el martirio. Esta niña tenía gran deseo de derramar su sangre por Cristo. Para el cristiano el martirio es fundamentalmente cotidiano. El cristiano tiene que llevar los distintos aspectos de la vida. Se trata de “soportar los alfilerazos de cada día”. Ese es nuestro lugar: lo ordinario.
Podemos amar la cruz y por tanto compartir el peso con Cristo. Acompañamos a Jesús en la cruz cuando hacemos nuestras responsabilidades, aunque no tengamos ganas; haciendo una obra de caridad; llevando con calma los imprevistos; estudiando o cumpliendo con nuestros compromisos y deberes.
También aceptamos la cruz soportando y sonriendo ante las palabras hirientes, los insultos; dejando pasar cosas insignificantes que surgen en la convivencia diaria; en el centro de trabajo saludando a quien no quieres ni verlo; llegando puntual al trabajo y trabajando bien; perdonando y pidiendo perdón ante los defectos propios y ajenos; escuchando a los amigos. Convivir no es fácil, supone aprender. Entonces diremos: Gracias Señor porque en mi cruz de cada día estamos tú y yo.
Atte,
P. Arnaldo Alvarado
Seminario Mayor de Cañete (PERÚ)
Jr. Unanue 300
arnaldo.alvar@gmail.com

domingo, 10 de junio de 2012


El hombre vestido de blanco sobre fondo blanco

Desapareció de este mundo un hombre de blanco, Juan Pablo II. Pero vino otro, también vestido de blanco. Cuando habla millones de oyentes escuchan con atención sus palabras. ¿Quién es este? ¿De dónde viene?. La respuesta: él es el Papa. Pastor supremo de la Iglesia. Y viene como vicario de Cristo. Pues una de las notas de la Iglesia católica es la apostolicidad. Esto quiere decir que Cristo fundó la Iglesia sobre Pedro y los apóstoles.
Hoy la Iglesia conmemora la elección del Papa Benedicto XVI como padre de la fe. La elección fue en un clima sereno y de intensa oración. Los electores sabían que tenían que escuchar al Espíritu Santo en el cónclave. Este es el contexto por el cual se elige al Papa. Los humanos interpretamos este evento también con categorías humanas, al estilo político. Pero lo que ocurrió allí no fue política, fue de Dios.
El Papa Benedicto XVI es un hombre de Dios. Amante y apóstol de la verdad. Tiene como lema “cooperadores de la verdad”. Este es el motor de su vida. La sencillez y humildad es igualmente virtud suya por no decir otras. Él es un don para la Iglesia y para la humanidad. El mensaje que transmite tiene profundidad y sabiduría. Vale para todos. Sus palabras serán escuchadas todos los tiempos.  
Veamos lo que sintió el Papa a pocas horas de su elección: “!Gracia y paz en abundancia a todos vosotros! En mi ánimo conviven en estas horas dos sentimientos contrastantes. Por una parte, un sentido de incapaz y  de humana turbación por la responsabilidad que ayer me fue confiada, sucesor del apóstol Pedro en esta sede de Roma, y para toda la Iglesia universal. Por otra parte, siento vivo en mí una profunda gratitud a Dios, que –como nos hace cantar la liturgia- no abandona a su grey, sino lo conduce a través de los tiempos bajo la guía de aquellos que Él mismo ha elegido vicario de su hijo y ha constituido pastores” (Roma, 20 abril 2005).
El Papa sea quién sea es el Vicario de Cristo. Es principio y fundamento de unidad. El ha sido elegido por voluntad de Dios para la Iglesia y para la humanidad. Aunque esta verdad suponga “peros”, mas es así. Y no es fundamentalismo. Este hombre vestido de blanco nos confirma en la fe. Sólo así hay continuidad y seguridad. Porque el hombre de blanco sigue sobre el fondo blanco: la apostolicidad. ¡Gracias santo padre por compartir y dar esperanza a la historia!.
Atte,
P. Arnaldo Alvarado S.

Comunicar: El poder de la lengua y las palabras

Todos queremos comunicar algo y lo hacemos por palabras básicamente. Una palabra cuyo contenido sea bueno edifica. Una palabra mala, falsa y negativa puede destruir una persona. Siempre tenemos que resaltar las cualidades de los demás, jamás divulgar las cosas negativas. Si es el caso, consultamos con quienes nos puedan ayudar para intervenir. De igual modo las cosas confiadas por otros no se ventilan. Debe cuidarse el secreto profesional. Las cosas personales no se pueden arreglar desde lo público. La Radio, la televisión, internet en sus diversas formas, el periódico no pueden convertirse en jueces. El fin es formar e informar. Los lectores y oyentes merecemos respeto y buenos productos.
La biblia nos dice “Si ponemos frenos en la boca a los caballos para que nos obedezcan, dirigimos todo su cuerpo.  Mirad también las naves: aunque sean tan grandes y las empujen vientos fuertes, un pequeño timón las dirige adonde quiere la voluntad del piloto.  Del mismo modo, la lengua es un miembro pequeño, pero va presumiendo de grandes cosas.  ¡Mirad qué poco fuego basta para quemar un gran bosque!  Así también la lengua es un fuego...” (Sant 3,3-6). Hay que prestar mucha atención qué decimos, cómo lo decimos y a quién lo decimos.   
Hablar con la verdad y de la verdad edifica. Enriquece a la persona misma. Mantenerse en el camino de la verdad puede ser difícil, pero al fin la verdad triunfa.  
Narremos una historia. Se cuenta que un  grupo  de  ranas  viajaba  por  el  bosque y, de repente, dos de ellas cayeron  en un hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuan  hondo  era  el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras ranas seguían insistiendo que sus esfuerzos serian inútiles. Finalmente,  una  de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Ella se desplomo y murió. La otra rana continúo saltando tan fuerte como le era posible.
Una vez más, la multitud de ranas le gritó que dejara de sufrir y simplemente se dispusiera a morir. Pero la rana saltó cada vez con más fuerza hasta que finalmente salió del hoyo. Cuando salió, las otras ranas le preguntaron: "¿No escuchaste lo que te decíamos?" La rana les explicó que era sorda. Ella pensó que las demás la estaban animando a esforzarse mas para salir del hoyo. 
            Esta historia contiene dos lecciones: La lengua tiene poder de vida y muerte. Una  palabra de aliento dirigida a alguien que se siente desanimado puede ayudarle y superarse.  Una palabra destructiva a alguien que se encuentre en dificultades puede acabar con él. Al parecer que nos olvidamos de la solidaridad. Ante una persona en dificultades lanzamos nuestros pareceres y la sepultamos más bajo el escombro de las críticas, chismes e ironía.
Tengamos cuidado con lo que decimos. Hoy se habla mucho pero no se  sabe de qué se habla. Todos quieren opinar, pero sin valorar los efectos. Los comentarios hirientes, las críticas negativas, las palabras desalentadoras, los falsos testimonios, calumnias y mentiras destruyen. Basta decir algo negativo de una persona para destruirla. Peor aún si se trata de difusión de mentiras, ideologías o decir cosas para buscar intereses personales.
Mas grave todavía si aquello que se dice es falso. La difamación es una injusticia y causa un grave daño a la persona e instituciones. Un secreto para ser leales: pensemos las cosas antes de hablar. También conviene saber con quién, cuándo y cómo hablar. No podemos hablar de temas delicados con cualquiera. Hay que buscar buenos consejos. No significa pérdida de libertad, mas bien fortalecimiento y seguridad. Un ciego no puede guiar a otro ciego. La Iglesia tiene un medio y es la dirección espiritual. Allí se juegan muchas cosas buenas y positivas. Aprovechemos esta ocasión. Pues “Más vale el reproche de un sabio que la alabanza de un necio”.  
Atte,

P.Arnaldo Alvarado
Jr. Unanue, 300 (Cañete-Lima)
arnaldo.alvar@gmail.com

lunes, 4 de junio de 2012


La madurez personal, un desafío de todos

Las personas no somos perfectas. Por eso dice Jesús en el evangelio “sólo lo mi Padre celestial es perfecto”. Esta afirmación antes que llevarnos al conformismo, nos estimula a crecer en virtudes humanas. Que es lo que vale: virtudes. Uno de los aspectos interesantes que tienen todas las personas de buena voluntad es el sentido común. Aquella sabiduría que es fruto del adecuado uso de la razón y la experiencia. Existe una sentencia sabia que dice “por sus frutos los conoceréis”, que también es bíblica. ¿De qué habla esta frase? Nos quiere decir que podemos llevar una vida buena, además después de un cierto tiempo hay que manifestar en realidad que nuestra vida no es en vano.
Pues mucha gente se lamenta sobre un fenómeno frecuente que se presenta cuando estamos en la casa, con los amigos y en el ámbito social. Esa inquietud es referente a la falta de madurez. Habitualmente escuchamos decir no sólo de niños, sino incluso de quienes esperamos buenos resultados. Estos no dan los frutos esperados. Y la tendencia en las últimas décadas es que se habla más de personas inmaduras en quienes han entrado en años, son considerados mayores, pero inmaduras. Con términos de la psicología calificamos a esta actitud de infantil, presente a todos los niveles, cuya característica es la irresponsabilidad. Los padres de familia se quejan de sus hijos. Por otro lado las esposas manifiestan descontentos de sus maridos o viceversa, porque son irresponsables. Los hermanos analizan comportamientos de los otros miembros de la familia y quedan descontentos. Es que estamos tan acostumbrados a escuchar siempre la siguiente frase: “no le exijo nada, ni le pido nada porque es un inmaduro”. ¡Qué pena!.
Pero ¿qué significa ser inmaduro? o mejor ¿quién es una persona madura? Es una persona inmadura aquella que todavía no asume sus responsabilidades. No está en lo que debe estar, fuga de la responsabilidad. Tiene vulnerabilidad en su carácter, propósitos y no quiere mejorar. Siempre se propone cosas pero no pone los medios para conseguirlos; no persevera ante las dificultades. Se cree autosuficiente y presenta excusa ante sus defectos. No se deja ayudar. El elenco podría alargarse.
Este fenómeno es creciente. Causa muchas dificultades en el ámbito personal, laboral y social. De modo individual el inmaduro no se valora a sí mismo como persona y se autodetermina por sus defectos y vicios. No es libre. Dice “no puedo cambiar”, “es imposible para mí”, “eso no es para mí”. En el ámbito social no quiere asumir sus obligaciones y no supera las dificultades. Lo peor es que pretende dejar todo sin valorar las consecuencias.
Podemos decir que la madurez es el crecimiento en personalidad a todos los niveles. En definitiva, es una persona virtuosa. Hace las cosas sea con ganas o sin ganas, pero las hace y asume. Sabe estar donde debe estar. Tiene capacidad de juicio y discernimiento en las acciones y decisiones. Todos podemos crecer en madures.
Atte,   P. Arnaldo Alvarado (Seminario Mayor de Cañete)

Apostando por una familia numerosa y pobre

Desde hace cuatro años estoy tras asuntos que no son míos. Soy sacerdote. En este breve tiempo he tenido ocasiones para apreciar cosas inimaginables que ahora quisiera compartirlas. En particular, me admiro cómo Dios obra en los corazones humanos y sencillos. La humildad y la fe son condiciones claves para ver las acciones de Dios. Lo que para los humanos es imposible, para Dios todo es posible.
Trabajo en el seminario mayor de Cañete. Este centro de estudios es un lugar exclusivo para la formación sacerdotal. Allí se estudia las ciencias eclesiásticas: filosofía, teología y derecho; pero también la pedagogía y las otras ciencias humanas. El seminario es una comunidad educativa siempre en camino. Los que estamos en el Seminario formamos una familia numerosa y pobre. Los que residimos allí estudiamos –la gran parte de tiempo-, rezamos, trabajamos, hacemos deporte. Todas estas cosas son necesarias para la formación integral. Nos damos cuenta que Jesús nos explica las cosas como en secreto.
También soy encargado de la atención pastoral de una capilla. El pueblo que atiendo es un barrio obrero con sus alegrías y penas. Pero es un lugar estupendo de gente sencilla. Muchos aman a Dios y se refleja en obras. Por ejemplo ellos dedican tiempo y esfuerzo para mejorar la capilla. Todos los domingos celebro la misa por la tarde. Cada domingo hay más fieles, sobre todo niños y jóvenes. Me veo en la necesidad de ordenar a fabricar más bancas y reclinatorios, porque no tenemos sitio donde la gente pueda sentarse. En la casa de Dios incluso se debe estar cómodo, es también nuestra casa.
En la capilla pasa de todo, pero siempre cosas positivas y edificantes. Por ejemplo, un domingo realicé una charla para los papás que pedían el bautismo para su hija. Al finalizar la charla el Papá, un poco nervioso y vacilante, me invitó a visitar su casa, pues tenía un familiar enfermo. Acepté la invitación e inmediatamente me dirigí a ella.
Era de noche. La gente de aquél barrio estaba sorprendida de ver pasar un sacerdote a tal hora. En la familia anfitriona encontré a la anciana “Timotea” muy enferma. Aquella pobre mujer y toda la familia me recibió con sorpresa. Sus rostros eran realmente de pasmo. Una de las hijas se acercó con la mano en el corazón para preguntarme el estado de la anciana. Ella pensaba que moría su madre “Timotea”. Pues la gente suele tener la idea de que al sacerdote sólo hay que llamarle cuando alguien está enfermo gravemente o en las últimas. Tranquilicé el ambiente diciendo que al sacerdote se puede invitar para cualquier ocasión, pero especialmente cuando alguien está enfermo.
Timotea  sufre de esclerosis. Camina con mucha dificultad, pero así va a Misa cuando puede. Su vida es edificante va a Misa casi todos los domingos. Camina encorvada, pero el amor a Dios le mueve hacer grandes cosas. Su familia –hijos- están en dificultades, ella mantiene la tranquilidad y la paz. Aquél día Timotea se confesó y además me dijo que rezaría por los sacerdotes. Así como esta anciana hay muchos.
Pues hay que rezar por los sacerdotes. También pedir al Señor de la mies que envíe operarios a su mies. La mies es realmente extensa. Dios necesita manos cooperadoras para llevar la alegría a muchos. Todos necesitamos de Dios. Pocos prestan atención a las personas mayores o simplemente las olvidan. Los ancianos y enfermos necesitan a Dios, necesitan confesarse y compartir sus sufrimientos con alguien. Todos tenemos que rezar y colaborar por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Para que haya más jóvenes generosos que den la vida por los hermanos que sufren. La iglesia es una familia y tenemos que ayudarnos. Apostemos por esta  familia numerosa y pobre: el seminario y las vocaciones a la entrega total.
Atte,
P. Arnaldo Alvarado
Seminario Mayor de Cañete

sábado, 2 de junio de 2012


Salud mental: 
Armonía y Equilibrio

Hay una cuestión realmente preocupante e interesante. Se trata de la salud mental. Algunos prestan más atención que otros, pero el problema de falta de salud mental está allí. Los temas en este rubro han ido de menos a más. Cada vez hay más gente que tiene problemas serios de inmadurez, afectividad desordenada, depresión, ansiedad, esquizofrenia, falta de educación de la imaginación. Mientras no se preste atención seria e integral los casos irán ascendiendo.
Nos preguntamos ¿Serán los aires de la nueva era que trae consigo este tipo de consecuencias? O más bien ¿es que estamos preocupados en miles de cosas y no tenemos tiempo para nosotros mismos? Recordemos que el hombre y la mujer valen por lo que es y no por lo que tiene.
Los expertos definen la salud mental como: “la armonía personal que lleva a una  adecuada interacción interpersonal y al desempeño de actividades que permiten acercarse suficientemente a las metas propuestas, enriqueciendo y enriqueciéndose” (La salud mental y sus cuidados, 2011, p. 114). Esta primera definición subraya la armonía y equilibrio.
La armonía es la justa relación del hombre consigo mismo, con los demás y con Dios; decimos estoy bien. Se trata de buscar los bienes que le pertenece como persona. Estos bienes son los espirituales (generosidad, libertad, verdad, Dios, amor, perdón, amistad), los materiales, salud física, actividad laboral, entre otros. Es importante recordar que el hombre debe buscar la unidad. Somos seres con cuerpo y alma. Quién olvide una de esta realidad estaría deteriorando su propia vida, porque despreciaría algo de sí mismo. Debemos prestar atención a los bienes del cuerpo y del alma. La causa de muchos problemas mentales es el olvido de los bienes del alma.
El libro también señala: “la salud mental parte del equilibrio de las funciones psíquicas pero se proyecta hacia los logros, en el contexto de la relación social, trascendiendo lo meramente conductual y fáctico, para recalcar la exigencia de un crecimiento personal y un fruto en el entorno”. Se trata de encontrar un porqué a todo. Llevar una vida honesta y limpia vale la pena.
Para lograr las condiciones de crear salud mental hay que tener en cuenta al menos tres elementos: la neurobiología, la personalidad y el ambiente. Con respecto al primero, es algo que ya está en la biología humana y se puede mejorar medicamente. Es genético, pero puede ser ayudado. El segundo, la personalidad hace mención a cuestiones más interiores. Esto supone crecimiento en valores y virtudes. Se trata de adquirir hábitos buenos. Los vicios y las dependencias siempre dividen y destruyen a la persona. Lo mismo el dejarse llevar por los instintos. Mejorar la personalidad significa mejorar también el carácter, el trato interpersonal, el modo de realizarse en la vida. Descubrir quién soy. Tenemos muchos valores y talentos, pero siempre podemos mejorar.  El tercero, el ambiente son los diversos aspectos que surgen en el desarrollo de la vida del entorno y social: familia, trabajo, estudio, amigos, deporte.
Entonces salud mental no es algo que se posee, sino que se va haciendo. Es algo dinámico. Salud mental no sólo son aspectos psíquicos. Hay que tener en cuenta todos los aspectos de la persona. Pero me gustaría poner énfasis que la familia –cuando marcha bien- es el mejor lugar para tener salud mental. Entonces estaremos bien. Apostemos por custodiar la familia. Allí es el lugar del cultivo de las virtudes y valores. Por tanto, es el mejor lugar para la salud mental.

P. Arnaldo Alvarado
Jr. Unanue, 300
arnaldo.alvar@gmail.com